En Argentina, los autos eléctricos continúan siendo una minoría dentro del parque automotor y enfrentan barreras económicas, técnicas y de infraestructura que frenan su adopción masiva. Según datos del sector, representan menos del 0,1% de los patentamientos, mientras que los híbridos alcanzan el 3%.
Entre los factores que limitan su expansión se encuentran los altos costos de adquisición, la escasa red de carga —menos de 300 estaciones en todo el país, concentradas principalmente en el Área Metropolitana de Buenos Aires— y una matriz energética que depende en gran parte de combustibles fósiles.
“En países como el nuestro, donde la electricidad proviene en su mayoría de fuentes no renovables, el impacto ambiental de un auto eléctrico no es tan distinto al de un vehículo convencional si consideramos el ciclo completo, desde la fabricación hasta el desecho de la batería”, explicó Juan Carlos Pérez, especialista en movilidad sustentable, en un comunicado de prensa.
Otro de los puntos críticos es el costo y la vida útil de las baterías. En promedio, requieren ser reemplazadas cada cinco a siete años, con un valor cercano a la mitad del precio del vehículo. Además, su autonomía real puede verse afectada por factores como el uso del aire acondicionado, la velocidad sostenida o las condiciones climáticas.
“El futuro de la movilidad no será exclusivamente eléctrico. Vamos hacia un modelo híbrido donde convivirán distintas tecnologías, y cada país elegirá según sus recursos y necesidades”, sostuvo María López, consultora en energías limpias.
En este contexto, especialistas y actores del sector coinciden en que, sin incentivos fiscales, subsidios o políticas públicas de largo plazo, la penetración de los autos eléctricos seguirá siendo lenta en Argentina. “No alcanza con tener el vehículo: necesitamos infraestructura, energía limpia y un plan integral que contemple todo el ciclo de vida del producto”, advirtió Pérez.