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La violencia siempre es el límite

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*Por Juan Carlos Schmid, Secretario General de Dragado y Balizamiento y Secretario General de la Federación Marítima, Portuaria y de la Industria Naval de la República Argentina (FeMPINRA).   

Con el intento de asesinato de la Vicepresidenta CFK el país se acerca peligrosamente a un abismo de consecuencias impredecibles. Las fuerzas democráticas y los actores de la sociedad están desafiados a encontrar vías concretas de pacificación. La mano que empuñó el arma sobre la cabeza de Cristina es el resultado de un clima cada vez más confrontativo.

No subestimar los procesos históricos, entenderlos en su cabal profundidad y aprender de ellos para no repetir la historia como tragedia es un mandato ético que no debe soslayarse en los tiempos actuales. Situarnos en el contexto implica realizar una introspección política para abarcar los escenarios complejos y actuar sobre ellos de manera consciente sabiendo que la solución es política y no violenta.

Más allá de las consideraciones políticas, todos los sindicatos sin dudar condenaron el hecho y marcharon a Plaza de Mayo en una clara demostración de rechazo al regreso de la violencia política, porque cuando esta se instala quienes están primeros en las listas negras son justamente los gremialistas… lo sabemos de sobra. Los dramáticos ejemplos, de Felipe Vallese y el crimen de José Ignacio Rucci. Son dos hechos que ponen en evidencia, a grandes rasgos, que los períodos de violencia política tienen un impacto directo sobre la clase trabajadora y sus organizaciones.

En la actual coyuntura cabe preguntarse entonces ¿cuál es el escenario sobre el que se desarrolla el drama del presente? Diversas mediciones de las condiciones sociales dan cuenta que 18 millones de personas son pobres en nuestro país, 4 millones viven en la indigencia. La situación se agudiza al observar los centros periféricos donde organizaciones criminales como el narcotráfico avanza en la colonización de los territorios. Bajo estas condiciones las campañas electorales se planifican sobre una práctica discursiva donde el insulto termina por ser el método electoral.

Una consultora cuantificó este deterioro con una pregunta sencilla: ¿Cómo cree que es la situación institucional y democrática del país? El 49,7% la definió como “muy frágil” y el 24,6% como “frágil” lo que suma 74,3% de consideraciones negativas.

Otros informes retratan este cuadro de descomposición al describir conclusiones de sus estudios:
1°) Hay un récord de pesimismo sobre el futuro, que si bien debería tener un sentido intrínsecamente positivo, hoy tiene un significado negativo, a tal punto que el 56% responde que “lo peor está por venir”.
2°) La gente no ve que las elecciones puedan mejorar la situación, aunque gane el candidato que ellos apoyan.
) Ningún dirigente tiene un nivel de aprobación que llegue al 50%, cuando siempre los que lideraban superaban el 60%.
4°) Cambió la autopercepción social, históricamente en la Argentina había más gente que se identificaba como clase media, aunque no perteneciera técnicamente a ese segmento, ahora hay más gente que se identifica como de clase baja. Es una pobreza por emoción.

Necesitamos un pacto de convivencia más allá de las declaraciones en el Congreso, la proximidad del abismo es un incentivo poderoso para hacerlo y no caer en la repetición trágica del pasado. El campo político tiene en sus manos las respuestas para superar este estado de situación y una oportunidad única para situarse a la altura de la circunstancias. La realidad nacional así lo demanda porque sobre todo Primero está la Patria.