La pandemia de Covid-19 ha sumergido en una gran crisis a los distintos modos de transporte, y aunque las dificultades de la insutria aerocomercial sea las mas visualizadas, los cruceros no son la excepción y no están preparados para enfrentar la inactividad.
Desde mediados de marzo, un número pequeño de naves de los aproximadamente 400 cruceros del mundo han podido aceptar pasajeros, todo en itinerarios locales. Por otro lado, son solo unas pocas docenas los cruceros que están navegando por el mundo y tienen como objetivo repatriar a miembros de la tripulación; el resto está inactivo.
Sin embargo, esa inactividad trae aparejada problemas mecánicos y hasta riesgos como huracanes temporales y obstáculos regulatorios que pueden constituir delitos penales. Así, para las empresas de cruceros, el gasto de mantenimiento sin realizar trayectos comerciales es altísimo.
Por ejemplo, Carnival Corp. —cuyas nueve marcas conforman la compañía de cruceros más grande del mundo— indicó que sus gastos actuales de navío y administración ascenderían a 220 millones de euros al mes cuando todos sus barcos estén inmovilizados.
Según informaron muchas empresas, el principal problema de un crucero inactivo es el lugar en donde quedará estacionado, que debe considerar los riesgos climáticos para evitar deterioros en los barcos. Pero en los puertos no hay suficiente espacio para que cada barco atraque a la vez, lo cual deja a muchos a la deriva con un ancla en el mar y deteniéndose ocasionalmente en puertos cercanos para aprovisionarse.
“Los cruceros modernos no están diseñados o construidos para ser apagados y dejados en un muelle”, afirmó Monty Mathisen, editor gerente de Cruise Industry News. “Estamos hablando de grandes cantidades de maquinaria, electrónica e incluso acero que necesita mantenimiento, monitoreo y trabajo preventivo”.